
El vicepresidente García Linera ha salido al encuentro con el grupo disidente comprendido con ex funcionarios gubernamentales e intelectuales que "simpatizaban" con el "proceso de cambio," acusándolos de señorialistas y prejuiciosos, que vieron su límite al medroso apoyo para con el proceso, con el solo alcance del poder coyuntural. Mas allá de que quizá a él mismo le cabe esa categorización, puesto que algunos de los representante criticados por el vicepresidente tienen el mismo orígen - de clase, de formación teórico-política (Comuna)- suyo; lo destacable es que el citado presidente de la Asamblea Legislativa no se ha atrevido a criticar de la misma manera a los representantes indios, también contrarios externos y en algunos casos ex militantes del proceso, limitándose a agachar la cabeza ante los sañudos ataques contra él mismo, por ejemplo de Felipe Quispe y contra el contenido ideológico del MAS en su totalidad. Queda claro que lo hace por preservar el imaginario de gobierno indígena, retraído sobre si mismo y presto a responder ante cualquier crítica al fondo mismo del simbolismo étnico, con el facilismo de la acusación de discriminación racial. Mas claro: no se anima a criticar a los indios, porque si se mete con ellos, perfectamente le pueden responder que es un usurpador del discurso indianista y que su "socialismo" fuese igual de "oportunista" cual lo califica para con sus actuales detractores. Valiente y sincero sería Alvaro García Linera al responder con la misma convicción y fortaleza a cuanto detractor válido tuviera el gobierno.
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